El crucero por el Ártico que el cambio climático ha hecho posible
Crystal Serenity Foto: Visualships |
Un millar de pasajeros navegarán por el Paso del Noroeste en un crucero de lujo,
una experiencia posible gracias al calentamiento global
El Paso del Noroeste, entre Canadá y el Polo Norte, es de una de las rutas marítimas más complicadas del mundo para los cruceros por las dificultades logísticas que entraña. Cada verano, cuando el hielo se deshace lo suficiente para permitir la navegación –gracias al cambio climático- tan sólo 10 barcos (la mayoría de pequeño tamaño, con un centenar de personas) se atreven a transitar por ella, zigzagueando entre islas, penínsulas, canales y fiordos, haciendo escala en remotos poblados inuit. El verano pasado, la ruta fue por primera vez completada por un crucero de grandes dimensiones de la naviera Crystal Cruises, el Cristal Serenity, con 1.070 pasajeros a bordo. Y este año volverá a hacerlo, en una viaje no exento de polémica.
El Cristal Serenity zarpará el próximo 15 de agosto desde el puerto de Seward, Alaska, con medio millar de tripulantes y 1.000 pasajeros a bordo. La nave pondrá rumbo a Nueva York, donde tiene previsto llegar después de 32 días de navegación tras haber atravesado el mítico Paso del Noroeste. Un crucero imposible de realizar hace años, pero hoy viable gracias al calentamiento global.
Y es que, hasta el siglo XX, el Paso del Noroeste fue una ruta imposible debido a los hielos del Ártico que cubrían la zona durante todo el año, haciendo imposible la navegación.
De hecho, en el siglo XIX varias expediciones intentaron dar con dicha ruta, para así cruzar del Atlántico al Pacífico, pero todas fracasaron, algunas de ellas trágicamente.
Y llegó el calentamiento global...
A partir de 2007, sin embargo, el deshielo en los meses de verano que se produce en esta región del Canadá es lo suficientemente importante como para facilitar el paso de grandes buques.
Y en el verano de 2016, la compañía de cruceros Crystal Cruises se estrenó en esta ruta marítima. La experiencia se repetirá este año, si bien la nave va acompañada de un rompehielos que sirve como buque de apoyo.
El lujo y la exclusividad del viaje hacen que este crucero no sea apto para todos los bolsillos. “Los precios de las 32 noches parten desde los 21.990 euros por persona, lo cual supone unos 688 euros por persona/noche incluyendo el alojamiento en Suite Tipo Deluxe con ventana panorámica, todo incluido, además de las actividades en tierra”, según explica Juan Rodero, director de la agencia de viajes Un Mundo de Cruceros, que comercializa este producto en España.
Logística compleja
La apertura de esta ruta no fue fácil. La naviera comenzó a planificarla en el año 2013, trabajando con expertos en cruceros de aventura, líderes de las comunidades locales inuit, además de representantes de transporte de Canadá y los EEUU y la Guardia Costera Canadiense.
A bordo del crucero habrá 14 expertos en la región del Ártico, que ofrecerán información a bordo y orientación en las escalas, con conferencias, seminarios y talleres durante la navegación. También habrá otros guías adicionales y especialistas en el buque rompehielos de apoyo.
Las escalas programadas y las actividades del día a día dependerán “del tiempo y de las oportunidades de la fauna. Durante el trayecto, varios ‘días de expedición’ se determinarán con 24 horas o menos de antelación sobre la base de las condiciones actuales”, según explica la compañía.
Además, la compañía ofrecerá a los pasajeros la posibilidad de participar en un “programa de voluntariado”, junto a miembros de la tripulación, para ayudar a las comunidades locales inuit en diferentes labores y generar así “un beneficio duradero y significativo de su visita”.
“Crystal se compromete a garantizar que las comunidades locales inuit se verán afectadas positivamente por nuestra visita”, sostiene la compañía. “Ya hemos comenzado a trabajar con las comunidades locales,Turismo Nunavut y la Junta de Revisión de impactos Nunavut, para asegurar que nuestra visita sea aceptada por las comunidades locales siendo respetuosos con sus tradiciones y forma de vida diaria”, indica la empresa.
La compañía de cruceros también se compromete a ayudar a las comunidades locales inuit “con la construcción de nuevos edificios, becas para los niños en edad escolar o traer suministros médicos adicionales”.
Dudas
Sin embargo, todos estos preparativos no acaban de convencer a expertos en turismo sostenible como Jordi Tresserras, doctor en Geografía e Historia, especializado en cooperacion cultural internacional y director del Laboratorio de Patrimonio, Creatividad y Turismo Cultural en la Universidad de Barcelona.
“Había oído hablar de los cruceros que viajan por el Ártico, pero no me imaginaba que el barco sería de estas dimensiones... Me preocupa mucho el impacto en las comunidades locales”, explica.
Y es que según recuerda Tresserras, “en el Ártico, donde las comunidades inuit son muy pequeñas y mantienen sus propios ritmos de vida, imagínate qué pasará cuando te llega un crucero con un excursión inmensa, donde todos quieren hacer fotos...”
Según apunta este experto, "probablemente los pasajeros querrán comprar comida típica, que por cierto allí es escasa; o artesanía, pero los inuits siempre lo han hecho todo a muy pequeña escala".
El precedente de la Antártida no es comparable
El hecho de que los cruceros turísticos ya estén llegando a la Antártida, en el Polo Sur, no es comparable, según indica Tresseras, por varios factores.
En primer lugar, en la Antártida no viven esquimales. Allí sólo pasan temporadas equipos de cientíticos.
Y en segundo lugar, “El Polo Sur está en la otra punta del mundo respecto a los grandes mercados emisores de turistas. Esa dificultad de acceso ya limita el volumen de cruceros que visitan la Antártida. En cambio, el Ártico está relativamente cerca de Estados Unidos y Canadá, grandes mercados de cruceros que siempre buscan cosas nuevas”.
Por todo ello, añade, el impacto de este tipo de cruceros en el Ártico y las comunidades inuit puede ser “brutal”.
Como experto que trabaja en turismo desde hace años, Jordi Tresserras se siente dolido. “Nosotros trabajamos y vivimos del turismo pero me parece que con este tipo de crucero nos estamos pasando de frenada. Sería necesario ver muy claramente con qué criterios están trabajando, qué dicen los organismos internacionales…"
Y añade: "Quizá puedan plantearse cruceros de pequeña escala pero no con monstruos como este de un millar de pasajeros. Imagínate que coinciden tres cruceros de este tamaño en una comunidad de esquimales, que son muy pequeñas. A mí me preocupa muchísimo porque el grado del impacto puede ser brutal y puedes entrar en un proceso que no es reversible”.
Por tanto, la posibilidad de que gracias al calentamiento global los grandes cruceros por el Ártico se hagan más accesibles y populares debería ser replanteada, opina este experto.
“Alguien podría decir que si los cruceros por el Ártico son más pequeños, eso encarecerá el coste. Es verdad. Gracias a un crucero de este tipo, habrá más opciones para que más gente pueda ir. Eso puede parecernos bien... ¿Pero a costa de qué?”.
Y otro aspecto que preocupa especialmente a este experto es el comportamiento que puedan tener los pasajeros en tierra. “Querrán tomar fotos, acercarse a la fauna, etc, pues todos cuando vamos de turistas solemos cometer irresponsabilidades, muchas veces de manera inconsciente”.
Fuente: Hosteltur Más sobre Crystal Cruises
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